Tomado de RedesCristianas.net.- Muchos se han preguntado desde hace tiempo cuándo canonizarán a Monseñor Romero. Otros han ido más al fondo: “si Monseñor Romero no es santo, ¿quién lo será?”. Y otros no han ocultado su sorpresa y algún enojo. Ante la rapidez con que se canonizó a la madre Teresa y a Juan Pablo II -por no hablar de José María Escrivá- no comprenden el silencio en que ha quedado Monseñor. Pues bien, parece que ha llegado la hora.
El Papa Francisco. Más que “desbloqueo”, “ruptura”
La renuncia de Benedicto XVI fue una ruptura de gran magnitud, un gesto de honradez infrecuente en Roma, y creó el ambiente necesario para otras rupturas. Y así ha ocurrido. El 20 de abril el arzobispo Vincenzo Paglia, tras un encuentro con el Papa, anunció que “la causa de beatificación de Monseñor Romero ha sido desbloqueada”. (Hablaremos de beatificación o, en general, de canonización)
Ha habido “desbloqueo” porque la causa había quedado “engavetada” sine die en la Doctrina de la Fe. Pero no parece que las razones fueran sólo burocráticas, fácilmente eliminables por un Papa. Lo que hizo el Papa Francisco tiene las trazas de haber sido una “ruptura”: “jerarcas de diversas curias durante años han hecho lo posible para impedir la canonización.
En la curia vaticana han hablado mal de Monseñor visitantes y residentes poderosos, funcionarios del gobierno de Estados Unidos y obispos como Alfonso López Trujillo. De Roma le enviaron visitadores en repetidas ocasiones, y en un momento dado pensaron retirarle de su cargo o inutilizarlo como Arzobispo, nombrando un obispo coadjutor sede plena, con plenos poderes. Monseñor respondió: “Estoy dispuesto a obedecer. Si me quitan solo les pido que lo hagan con dignidad para que no sufra mi pueblo”. En sus viajes a Roma compartía sus problemas con el Padre Arrupe y con el cardenal Pironio, ambos en dificultades con la curia, y se animaban mutuamente. Y en los últimos años agradeció mucho la visita que le hizo el cardenal Lorscheider.
Un santo
No sabemos qué se dirá en el acta de beatificación y de canonización. Nos gustaría que, además de lo que se vea sobre Monseñor desde la Roma universal, el acta diga las cosas importantes del Monseñor que vemos desde aquí.
Conversión. En la mejor tradición de las Iglesias cristianas, Monseñor, hombre bueno y ético siempre, en los setenta pasó por un cambio radical o conversión. La causa principal fue el encuentro con los pobres, ya como obispo en Santiago de María y definitivamente en San Salvador. El 12 de marzo de 1977, ante el cadáver de Rutilio Grande y dos campesinos, su vida cambió para siempre. Las innumerables víctimas y los pobres y oprimidos le llevaron a una nueva vidad definitiva. Encontró en ellos una ultimidad que coincidía con la ultimidad de Dios, y que no fue rebajada a segundo lugar por Dios. Eso pienso yo es lo que ocurrió en el corazón de Monseñor en aquellos momentos de conversión. Nunca dio marcha atrás.
Compasión contra la injusticia. Las puertas de su oficina en el arzobispado y en el hospitalito siempre estuvieron abiertas para escuchar y acoger al pobre. Y vivió en profundidad el abajamiento que acompañaba a la compasión: “A mí me toca ir recogiendo atropellos y cadáveres”, dijo en Aguilares. De ese modo se convirtió, como los obispos del siglo XVI, en defensor ex officio de los pobres.
Denuncia contra la mentira y el encubrimiento. No hace falta extenderse en esto, pero sí es importante recalcar su forma de hacerlo que no tiene paralelo, especialmente en sus homilías. Todos los domingos sin excepción, mencionaba todas las violaciones a derechos durante la semana, de los que le había llegado noticia.
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[Sobre la beatificación] ‘San Romero de América’ div class='autor'Jon Sobrino, s.j., Teólogo. Director del Centro Monseñor Romero de la UCA/div
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